El día que alguien nos sueñe juntos -nos encontraremos.
(Marina Tsvietáeiva).
Sostenías un libro en las manos de color morado pero no lo comprendías.
En el sueño voz salvaje y graznido antiguo de los teros. Sutil letargo.
Miedo a pronunciar con miedo una petición furiosa.
Háblame,
y sin embargo nada así: este lenguaje
animal, único y visible. Otra hoguera. Otra conspiración.
Vivirte en las orillas.
Recordar tus piernas libres y una lágrima
que no termina nunca de caer.
* * * *
Te ofreces.
Como los pájaros ofreces tu pico de agua y vas creando
un hilo consciente e inasible.
Me aferro a tu corporeidad
que no es de piel, sino de llanto, y créeme:
la huella es la memoria, cruel memoria.
(…)
Ahora cedo el paso al impulso guardado,
ahora rompo a golpes esta torpe cadena,
ahora ofrezco mis dedos a la sed y al vacío.
Luego un gran silencio, y por fin, regresar
a la isla de los nombres propios, la conciencia
de mirar al cielo y decir: he llegado,
reconozco esta luz indomable.
Las estrellas del sur son tus estrellas.
(…)
Mi país quedó lejos, el lenguaje aprendido.
Soy casi feliz.
Debo estar en casa.
* * * *